PATRICK WOODROFFE (CHEZ NOUS FROM "TINKER")

I. EL HOMBRE DE CRISTAL.

Todas las tardes durante el verano, cuando el Sol disminuía el rigor de su fuerza, un anciano paseaba por el parque, recorriéndolo varias veces de uno al otro extremo, acompañándolo con frecuencia, algún perro solitario y sin dueño. 

Caminaba despacio, parándose a jugar con algún perro, o a observar una hoja caída de un árbol, o para ver el corretear de algún gorrión picoteando trozos de pan caídos de la merienda de los niños. En su mano siempre había un libro, libro que abría tan pronto tomaba asiento en uno de los bancos de piedra. Allí sentado, leía durante tanto tiempo que los niños estaban convencidos que el anciano leía libros de historias mágicas. Incluso él debía ser un poco mago o por lo menos poeta, pensaban los niños.

La curiosidad era tanta que un día sin poder resistirlo más, se acercaron al banco para hablarle. Al verse rodeado de niños con sus bicicletas y que no paraban de hacerle preguntas, el anciano con amabilidad, iba respondiendo a todas ellas y como los niños comenzaron a sentarse, les contó esta historia.

Hace mucho, muchísimo tiempo, tanto que no logro acordarme de los años que tenía, dijo el anciano, me encontré con un hombre de cristal. ¿Con un hombre de cristal? preguntaron a coro los niños, poniendo todos ellos cara de asombro. Sí, respondió el anciano, me encontré con un hombre de cristal. 

Sucedió todo, cuando me caí de un árbol al que me había subido.

El golpe fue tremendo, haciéndome con la caída mucho daño en un hombro y además casi me rompo la cabeza.

El médico recomendó a mis padres que estuviese tres días de reposo en la cama.

¿Os imagináis lo aburrido que es estar tres días en cama, con el cuerpo dolorido y sin poder levantarse para jugar?, pues así estaba yo. Al anochecer, cuando me apagaban la luz, quedaba encendida una pequeña lámpara roja de un muñeco que tenía en la mesilla. Cerraba los ojos y veía casas, coches y árboles.

Una noche en que la luna estaba llena, redonda y brillante, mis padres habían apagado la luz, cerré los ojos, cuando de repente vi ante mi a un hombre que brillaba mucho, le brillaban los ojos, el pelo, las manos, las piernas, los brazos, todo él brillaba muchísimo. Me asusté tanto que abrí los ojos, sin embargo el hombre que brillaba seguía allí, y antes de que pudiese abrir la boca y pedir ayuda, me habló con una voz que hasta ese momento nunca había escuchado, pues era una voz de música.

-Me dijo - no tengas miedo de mi, brillo porque soy de cristal, y mi voz es tan bonita porque es voz de música.

Aquella voz mágica me tranquilizó totalmente y el miedo desapareció en menos de lo que tardo en comerme un bombón de chocolate.

El hombre de cristal siguió diciendo. Has visto por la ventana lo redonda y luminosa que está la Luna?. Sí, hoy está más bonita y con más luz que nunca, respondí yo.

-Ahí, en la Luna cuando resplandece de luz, es donde yo vivo.

-¿En la Luna?, dije asombrado.

-Si, en la Luna vivimos los hombres de cristal, por eso brillamos tanto.

Somos invisibles y nadie sabe de nuestra existencia, ni siquiera los astronautas que viajan en cohetes de fuego.

-Y yo, como es que puedo verte?, le pregunté.

Me ves porque está la Luna llena de luz, vengo desde allí volando en los rayos luminosos, por eso me ves brillar.

Además cuando estás sólo y cierras los ojos, ves cosas que imaginas, sin querer me llamaste con tu imaginación.

Yo no salía de mi asombro, veía con mis ojos a un hombre de cristal, totalmente de cristal, que brillaba como la luz suave de la luna y que hablaba con voz de música. Y como no tenia sueño, le pedí por favor, que me contase como vivían en la Luna.

De sus labios de cristal salían hermosas palabras de música.

Como somos de cristal no comemos comida como vosotros, comemos peras de cristal, manzanas rojas de cristal, plátanos amarillos de cristal, yogures de cristal, bombones de cristal y bebemos agua de cristal.

Al comer todo de cristal, hacemos también cacas de cristal y pis de cristal, y nuestro culete es también de cristal.

Al oírlo, me moría de risa, comer cosas de cristal, hacer caca y pis de cristal. Pero cuando oí que tenían culos de cristal, me puse muy serio y le pregunté.

-¿Pero si te sientas se te romperá el culo?. Y él respondió riendo. No, porque las sillas, las mesas y los muebles de nuestras casas son de algodón. Y por si caemos para no rompernos en pedacitos de cristal, el suelo sabes de que es? - no, respondí. El suelo es de almohada y las paredes de nuestras casas son de espuma. Así, si nos caemos nunca nos hacemos daño.

-Y las aceras, de que son? pregunté interesadísimo.

-Las aceras están hechas de colchones muy blanditos, muy blanditos. Si cuando te caíste del árbol tuvieses un suelo de colchón no te habrías hecho ningún daño.

Así fue amiguitos míos, dijo el anciano, como conocí al hombre de cristal.

-Y no dijo nada más? preguntaron los niños. Sí, me dijo que siguiese cerrando los ojos por las noches e imaginase cosas bonitas y que la próxima vez que me visitase me presentaría al hacedor de los sueños que vive en el país de ninguna parte.

-!Al hacedor de los sueños! dijeron todos los niños a una, ¿lo conociste?.

Sí, respondió el anciano, lo conocí y me enseñó a ser lo que ahora soy, un soñador.

No hay comentarios: