PATRICK WOODROFFE (CHEZ NOUS FROM "TINKER")

I. EL HOMBRE DE CRISTAL.

Todas las tardes durante el verano, cuando el Sol disminuía el rigor de su fuerza, un anciano paseaba por el parque, recorriéndolo varias veces de uno al otro extremo, acompañándolo con frecuencia, algún perro solitario y sin dueño. 

Caminaba despacio, parándose a jugar con algún perro, o a observar una hoja caída de un árbol, o para ver el corretear de algún gorrión picoteando trozos de pan caídos de la merienda de los niños. En su mano siempre había un libro, libro que abría tan pronto tomaba asiento en uno de los bancos de piedra. Allí sentado, leía durante tanto tiempo que los niños estaban convencidos que el anciano leía libros de historias mágicas. Incluso él debía ser un poco mago o por lo menos poeta, pensaban los niños.

La curiosidad era tanta que un día sin poder resistirlo más, se acercaron al banco para hablarle. Al verse rodeado de niños con sus bicicletas y que no paraban de hacerle preguntas, el anciano con amabilidad, iba respondiendo a todas ellas y como los niños comenzaron a sentarse, les contó esta historia.

Hace mucho, muchísimo tiempo, tanto que no logro acordarme de los años que tenía, dijo el anciano, me encontré con un hombre de cristal. ¿Con un hombre de cristal? preguntaron a coro los niños, poniendo todos ellos cara de asombro. Sí, respondió el anciano, me encontré con un hombre de cristal. 

Sucedió todo, cuando me caí de un árbol al que me había subido.

El golpe fue tremendo, haciéndome con la caída mucho daño en un hombro y además casi me rompo la cabeza.

El médico recomendó a mis padres que estuviese tres días de reposo en la cama.

¿Os imagináis lo aburrido que es estar tres días en cama, con el cuerpo dolorido y sin poder levantarse para jugar?, pues así estaba yo. Al anochecer, cuando me apagaban la luz, quedaba encendida una pequeña lámpara roja de un muñeco que tenía en la mesilla. Cerraba los ojos y veía casas, coches y árboles.

Una noche en que la luna estaba llena, redonda y brillante, mis padres habían apagado la luz, cerré los ojos, cuando de repente vi ante mi a un hombre que brillaba mucho, le brillaban los ojos, el pelo, las manos, las piernas, los brazos, todo él brillaba muchísimo. Me asusté tanto que abrí los ojos, sin embargo el hombre que brillaba seguía allí, y antes de que pudiese abrir la boca y pedir ayuda, me habló con una voz que hasta ese momento nunca había escuchado, pues era una voz de música.

-Me dijo - no tengas miedo de mi, brillo porque soy de cristal, y mi voz es tan bonita porque es voz de música.

Aquella voz mágica me tranquilizó totalmente y el miedo desapareció en menos de lo que tardo en comerme un bombón de chocolate.

El hombre de cristal siguió diciendo. Has visto por la ventana lo redonda y luminosa que está la Luna?. Sí, hoy está más bonita y con más luz que nunca, respondí yo.

-Ahí, en la Luna cuando resplandece de luz, es donde yo vivo.

-¿En la Luna?, dije asombrado.

-Si, en la Luna vivimos los hombres de cristal, por eso brillamos tanto.

Somos invisibles y nadie sabe de nuestra existencia, ni siquiera los astronautas que viajan en cohetes de fuego.

-Y yo, como es que puedo verte?, le pregunté.

Me ves porque está la Luna llena de luz, vengo desde allí volando en los rayos luminosos, por eso me ves brillar.

Además cuando estás sólo y cierras los ojos, ves cosas que imaginas, sin querer me llamaste con tu imaginación.

Yo no salía de mi asombro, veía con mis ojos a un hombre de cristal, totalmente de cristal, que brillaba como la luz suave de la luna y que hablaba con voz de música. Y como no tenia sueño, le pedí por favor, que me contase como vivían en la Luna.

De sus labios de cristal salían hermosas palabras de música.

Como somos de cristal no comemos comida como vosotros, comemos peras de cristal, manzanas rojas de cristal, plátanos amarillos de cristal, yogures de cristal, bombones de cristal y bebemos agua de cristal.

Al comer todo de cristal, hacemos también cacas de cristal y pis de cristal, y nuestro culete es también de cristal.

Al oírlo, me moría de risa, comer cosas de cristal, hacer caca y pis de cristal. Pero cuando oí que tenían culos de cristal, me puse muy serio y le pregunté.

-¿Pero si te sientas se te romperá el culo?. Y él respondió riendo. No, porque las sillas, las mesas y los muebles de nuestras casas son de algodón. Y por si caemos para no rompernos en pedacitos de cristal, el suelo sabes de que es? - no, respondí. El suelo es de almohada y las paredes de nuestras casas son de espuma. Así, si nos caemos nunca nos hacemos daño.

-Y las aceras, de que son? pregunté interesadísimo.

-Las aceras están hechas de colchones muy blanditos, muy blanditos. Si cuando te caíste del árbol tuvieses un suelo de colchón no te habrías hecho ningún daño.

Así fue amiguitos míos, dijo el anciano, como conocí al hombre de cristal.

-Y no dijo nada más? preguntaron los niños. Sí, me dijo que siguiese cerrando los ojos por las noches e imaginase cosas bonitas y que la próxima vez que me visitase me presentaría al hacedor de los sueños que vive en el país de ninguna parte.

-!Al hacedor de los sueños! dijeron todos los niños a una, ¿lo conociste?.

Sí, respondió el anciano, lo conocí y me enseñó a ser lo que ahora soy, un soñador.

II. EL HACEDOR DE LOS SUEÑOS.



Al día siguiente, los niños volvieron a ver en la alameda al anciano que les contaba historias. Lo vieron dirigirse al banco en que solía sentarse, después de hacer el acostumbrado paseo, en la mano llevaba un libro con portadas de color amarillo. Apenas se había sentado cuando se vio rodeado de niños como lo estuviera el día anterior. 

Hoy os contaré la historia del hacedor de los sueños, les dijo. 

En cada luna llena, el hombre de cristal no dejaba de visitarme y una vez le acompañó el hacedor de los sueños. El hombre de cristal después de hacer las presentaciones y antes de irse, porque tenía que acudir a otro lugar me indicó que prestase mucha atención a las palabras del hacedor de los sueños y que debía esforzarme por entender todo lo que él me explicase.

El hacedor de los sueños se sentó a los pies de mi cama, se recostó y comenzó diciéndome.Yo soy el hacedor de los sueños, lo que voy a explicarte es un poco difícil, pero como eres un niño inteligente, lo entenderás sin dificultad alguna.

Los sueños se hacen con las cosas que durante el día nos han sucedido, con las cosas que vemos, con las cosas que oímos y con las cosas que sentimos. Esos son los materiales con los que se construyen los sueños, son por decirlo de alguna manera, los ladrillos, el cemento y la arena, con la que se construye el edificio de cada sueño.


De ese modo, las cosas están fuera, tu las coges y las metes dentro de ti al verlas, al oírlas y al sentirlas, es entonces cuando pasas a construir con todo ese material que ya tienes en ti, los sueños. Tú vienes a ser una especie de albañil del sueño.
 
Me has comprendido mejor ahora?.

Sí, eso lo he comprendido. Pero si soy yo quien construye el sueño, ¿qué es lo que haces tú?, pregunté a mi vez.

Esa es una buena pregunta me dijo, y se puso a reír con risa de aire calentito que me dio tanto gusto que empecé a reír yo también, pero tapándome la boca con la mano para que no me oyeran mis padres.

Si tu eres el albañil, me dijo cuando pudimos parar de reír, si tu eres el albañil, yo soy el arquitecto.

Ya soy quien diseña los sueños, yo soy quien dice que sueños se van a construir, yo soy quien dice lo que se va a soñar. Por eso soy el hacedor de los sueños.
!Ah!, exclamé.

!Ah! qué? me dijo y empezamos a desternillarnos de risa otra vez.

Después de reírnos, nos quedamos un poco de tiempo callados. Se me ocurrió pensar en las pesadillas, así que le pregunté.

Si tu eres quién decides los sueños, Por qué haces que los niños soñemos pesadillas?.

No, no es así. Yo sólo permito a las personas adultas que sueñen con pesadillas, porque el mundo de los adultos es un mundo feo y tonto, por ese motivo por las noches sueñan con cosas feas y tontas. Me cogió de la mano, y sentí como el calorcito de una nube blanca me la envolvía.

Los niños no tienen pesadillas, eso no lo permito nunca. Pero cuando son muy pequeños, si tienen alguna es porque aún no saben llamarme y hablar conmigo del sueño que quieren tener.

Al no hablar conmigo construyen un sueño por si solos, y como no hay quién se lo dirija se despiertan llorando y con miedo por la noche.

A ti no te ha pasado eso?.

Me pasó varias veces despertándome con mucho miedo, una vez soñé que estaba sujeto en una tela de araña y que no me soltaba.

Eso te ocurrió por querer soñar sin hablar antes conmigo. Pero si no te conocía, como iba a poder hablar contigo. Conmigo has hablado siempre, me dijo sin soltarme la mano, conmigo has hablado sin darte cuenta de que lo hacías, del mismo modo que no te dabas cuenta que tu eres el que construías tus sueños y no sabias que los materiales del sueño estaban fuera de ti. 

Y ahora que estoy aquí contigo voy a enseñarte el secreto de hablar conmigo para que dirija tus sueños, y así con mi ayuda podrás construir sueños bonitos y de finales felices. 

Cuando estés acostado y vayas a dormirte lo primero de tienes que hacer, siguió diciéndome, es cerrar los ojos, después me llamas sin hablar, !HACEDOR DE LOS SUEÑOS, HACEDOR DE LOS SUEÑOS, HACEDOR DE LOS SUEÑOS! !QUIERO HABLARTE!, al decir esto sentirás un calorcito agradable en todo el cuerpo como el que ahora sientes. 

Y era verdad, sentía en todo el cuerpo un calorcito muy agradable. 

Esa es la señal de que ya te estoy escuchando, me dices HACEDOR DE LOS SUEÑOS, AMIGO MIO, QUIERO SOÑAR, me dices con lo quieres soñar y lo repites tres veces, POR FAVOR DIRIGE MIS SUEÑOS. Y poco a poco te irás quedando dormido como si estuvieses entre una gran nube de algodón. 

Si haces esto y hablas conmigo todas las noches, ten por seguro, que no soñarás pesadillas. 

Se lo puedo decir a mis amigos -le pregunté. 

Claro que puedes. Me respondió el hacedor de los sueños. Pero sólo a los niños debes decírselo, no se lo digas a las personas adultas, porque no te creerán y se reirán de ti. Los adultos no comprenden esto, ellos sólo viven dedicados a su mundo que es un mundo feo y tonto, por eso no comprenden estas cosas, además yo no les haría caso, porque a mi no me gustan los adultos, tan sólo me gustan los niños. 

Y cuando yo sea mayor no vas a ser mi amigo, le pregunté preocupado. 

Todavía falta mucho tiempo para que seas una persona mayor. Cuando llegues a serlo ya veré, si has conseguido conservar un corazón tan grande como el corazón de los niños, seguiremos siendo amigos. 

Ahora dime, qué es lo quieres soñar?. 

Quiero soñar un sueño feliz. Le dije yo. 

El hacedor de los sueños pasó los dedos por mi cara y se me cerraron los párpados, después besó mis ojos con un beso calentito de nube y tuve un sueño feliz. 

Los niños estaban todos entusiasmados oyendo la historia del hacedor de los sueños y le preguntaron al anciano. No volviste a soñar nunca más con pesadillas?. 

El anciano contestó. Mientras fui niño no volví a soñar con sueños feos. 

Y cuando fuiste mayor?. Le preguntaron. 

Bueno, cuando uno se hace mayor se preocupa de cosas tontas, así que de mayor alguna vez tuve pesadillas, pero me acordé de lo que me había dicho el hacedor de los sueños y abandoné las cosas tontas de los mayores. Al abandonar las cosas tontas dejé de preocuparme por ellas, y mi corazón pequeño de hombre mayor se fue haciendo poco a poco otra vez como el corazón grande de un niño. Las pesadillas desaparecieron para siempre. 

Todos los niños estaban boquiabiertos pues siempre les habían dicho que los niños tenían un corazón pequeñito y que el grande era el de las personas mayores.

Este ha sido el final, el próximo día os contaré otra historia que habrá de gustaros.

III. TINTOSO.


Los niños habían tomado plena confianza con el anciano y apenas llegaron a su lado, le pidieron que les contara otra historia.

El anciano después de hacerlos sentar, comenzó diciendo:

Siempre que la Luna estaba grande y redonda, es decir, Luna llena, también llamada plenilunio, me visitaba el hombre de cristal. Casi siempre que venía me presentaba a algunos de sus amigos. Así fue como conocí a Tintoso.
!Tintoso!. Exclamaron todos los niños al oír ese nombre.Sí, Tintoso, el genio invisible de las letras, el genio de la literatura y de la poesía.

Tintoso es un genio invisible, no se le puede ver ni oír, tan sólo se le pueder sentir. A petición del hombre de cristal y para que yo lo conociese, adquirió una apariencia muy rara.

Venía vestido con un pantalón, una chaqueta, una corbata, un sombrero y unos zapatos, todo ello de lo más extravagante.

Al llegar aquí, el anciano dejó de hablar durante unos instantes y contempló a los niños. Esperaba una pregunta, pregunta que no tardó en llegar.


¿Qué es extravagante? preguntaron varios de ellos.

Extravagante es todo aquello que no se ve o no se oye normalmente, en una palabra, que es un poco raro.


Tintoso era extravagante, si os gusta más, era raro.
No, raro no, dijo un niño. A mi me gusta extravagante. El anciano continuó hablando, Tintoso tenía un pantalón ceñido desde los pies hasta la barriga que era inmensa de grande, tenía también una chaqueta llamada levita, parecida a la chaqueta que tienen los directores de orquesta, esa chaqueta que está cortada por atrás y que se parece a un tenedor.

Sobre la cabeza tenía un sombrero alto, de los que se usaban hace muchos años.


Traía consigo debajo del brazo, varias plumas de escribir enormes de grandes.


Así era Tintoso en la apariencia que se presentó ante mi. Sin, embargo, bajo esta apariencia seria, era el genio más divertido que me han presentado en toda mi vida.


Tintoso se explicó diciendo: yo soy el genio de la inspiración. Sin mi ayuda no se podrían escribir obras de teatro, novelas, cuentos, ni incluso poesía, aunque la poesía pertenece casi por entero a mi amiga Poética. Como veo que pones cara de no conocerla, le diré al hombre de Cristal que te la presente.


Los escritores, piensan de mi que soy muy serio, que soy muy difícil de encontrar, que soy caprichoso, que nunca acudo a su lado cuando me llaman. Todos hablan de mi con gran respeto e incluso me temen, tienen miedo a que me enfade con ellos.


¿Yo serio, yo difícil de encontrar, caprichoso yo, enfadarme yo?. Hay que ser tonto para pensar esto de mi.


Lo que ocurre es que los escritores, quieren escribir libros para venderlos y ganar dinero con esas ventas, y si puede ser mucho dinero el ganado mejor que a que sea poco.


También los escritores, quieren escribir libros para hacerse famosos, para que por la calle las personas los vean y digan, ahí va fulanito, es escritor, escribió un libro. Y claro, como yo conozco esas intenciones, no acudo a su lado y no les susurro al oído las palabras del "silencio misterioso" de la inspiración.


Los escritores que hay hoy, piensan que escribir un libro es igual que hacer chorizos, o quieren escribir libros como hacer chorizos, o quieren hacer libros como chorizos, o quieren libros de chorizos, o quieren libros salchichas, libros de salchichones, o libros de queso con chorizo.


Mientras me decía esto, bailaba su sombrero sobre la punta del dedo índice, y yo al escucharlo me moría de risa.


Sabes lo que pienso, dijo, que los escritores son casi todos unos chorizos. Por eso voy muy pocas veces a susurrarles al oído, las palabras del "silencio misterioso" de la inspiración.


Si algún día quieres escribir y quieres que te visite con la frecuencia que quieras, no tienes más que seguir esta norma que te doy. Tintoso entonces se acercó a mi oído y susurró unas palabras de "silencio misterioso", que por ser palabras de silencio misterioso no puedo decíroslas, porque no sé hablar como él.


Así fue amigos míos, como conocí a Tintoso, el Genio de la inspiración de la literatura.

IV. PEDRO CHOSCO.


Esta tarde, le dijo el anciano a los niños que se encontraban sentados a su alrededor, os voy a contar la historia de Pedro Chosco.

Esperaba con ansiedad desde hacia varios días la luna llena, pues era muy grande el deseo que tenia de ver de nuevo al hombre de cristal. Me encontraba sólo y acostado, mis padres me habían dado ya, el beso de buenas noches. Cerré los ojos e imaginé al hombre de cristal. Apenas lo hube hecho, cuando de repente, apareció ante mi brillando como mil luces el hombre de cristal, le acompañaba un amigo suyo.


Abrí los ojos y el hombre de Cristal con su voz de música, me dijo, -hoy te presentaré a Pedro Chosco-. Pedro Chosco es el que trae el descanso y el sueño a todos los niños, sin la visita de Pedro Chosco ningún niño podría dormirse.


Pero si me duermo todas las noches sin que él me visite. -le dije yo-.


Efectivamente, me respondió el hombre de Cristal, te duermes porque el te visita y te hace dormir, lo que ocurre es que no te das cuenta que él está contigo porque es invisible y habla con voz de caricias. Para que lo pudieras ver ha adoptado esta forma que ahora tiene. Os dejo para que hableís, ahora tengo que marcharme, hasta pronto.


Pedro Chosco era más bien bajo, un poco regordete, su cara era redondita, tenia pelo rubio y rizado y cerraba mucho los ojos como si tuviese sueño.


Pedro Chosco se acercó, se sentó a mi lado en la cama y me habló con voz de caricias muy suaves. Yo te conozco muy bien, comenzó diciéndome, todas las noches te he visitado aunque tu nunca me has visto y es lógico que no pudieses verme, porque soy invisible, a pesar de todo me sentías.


Al oir aquello, moví la cabeza de un lado a otro, indicándole que tampoco lo sentía.


Pedro Chosco, se puso a reír y cuando paró de hacerlo, me dijo, -¿Por las noches antes de dormir no sientes como se te abre la boca varias veces, no te rascas la cabeza y la barriga?.


Sí, le respondí.


Y no se te cierran los ojos como si te pesaran los párpados muchísimo?.


Sí, le respondí otra vez.


Yo soy el que te hace todo eso.


Al oírlo me quedé asombrado. Después de reírse un poco, continuó diciéndome, y no te acuerdas cuando no quieres dormirte, que se te abre la boca y los ojos se te cierran y tú no quieres cerrar los ojos sino estar muy despierto y como los ojos se te cierran empiezas a ver doble las cosas.


Pues soy yo el que habla con voz de caricias para que te quedes dormido poco a poco sin enterarte, y aunque intentas permanecer despierto no lo consigues, porque yo soy Pedro Chosco el que trae el sueño y el descanso a todos los niños.


Estaba asombrado por todo lo que estaba oyendo.


¿Donde vives? le pregunté.


Vivo en un lugar al que nadie puede llegar, ni siquiera con cohetes que echan fuego. Yo vivo en el país del sueño, que está más allá del más allá.


Y donde se encuentra el país del sueño que está más allá del más allá?.


Para que lo entiendas mejor, te diré que el país del sueño que está más allá del más allá, se encuentra rodeado de un mar que no tiene orillas.


¿Nadie puede ir a él? -volví a preguntarle-.


Nadie puede ir al país del sueño, sólo nosotros podemos ir y venir cuando queramos. Sin embargo aunque los niños no pueden ir, siempre que tengan sueño, pueden llamarme con su imaginación, y al instante estoy a su lado para que se duerman.


Yo pensé que Pedro Chosco estaría muy sólo en el país del sueño, y le dije si no se aburría al vivir él sólo en el país del sueño.


¿Aburrirme yo? -y solto una carcajada -. En el país del sueño vivimos muchos Pedros Choscos, somos muchísimos, tantos como niños hay en el mundo.


!Tantos Pedro Chosco como niños! -exclamé


Si, desde el momento que nace un niño en la tierra, nace un Pedro Chosco en el país del sueño. Este Pedro Chosco le acompañará durante toda su vida para que se duerma.


¿Jugáis como nosotros, con columpios, bicicletas y juguetes?.


Jugamos y nos reímos mucho, pero son a otros juegos, son los juegos del sueño, que sólo nosotros podemos jugar. Cuando no estamos durmiendo con vosotros, estamos jugando en el juego del sueño.


¿Tenéis colegios y profesores? -le pregunté.


Nada de eso, no los necesitamos, nosotros sabemos todo lo que hay que saber, nacemos sabiéndolo todo, porque en el país del sueño que está más allá del más allá, se encuentra incluso más allá de la sabiduría, por eso no necesitamos colegios ni profesores.


¿Que coméis? -pregunté intrigado.


Los Pedro Chosco, comemos sueño, vosotros necesitáis dormir para descansar y reponer fuerzas, nosotros os hacemos dormir para que descanséis y como el sueño no os sirve después para nada, nos alimentamos de él. Así nos ayudamos unos a otros.


¿Coméis nuestro sueño?.


Claro, porque sino nos moriríamos de hambre, y si nosotros nos morimos de hambre, vosotros al no dormir, os moriríais de sueño. Todos los seres que existen están relacionados y unidos entre si unos con otros. Así la vida continua y sigue existiendo. Por ejemplo, si vosotros no nos imaginarais nosotros no existiríamos, vuestras vidas estarían llenas de tristeza y dejaríais de existir por causa del aburrimiento.


Permaneció un poco en silencio y continuó diciéndome, amigo mío, es la hora de dormir, voy a hablarte con voz de caricias suavecitas y dormirás como un pajarito durante toda la noche.


Así fue como conocí a Pedro Chosco que vive en el país del sueño. Y como sé que os ha gustado, el próximo día os contaré otra historia.

V. ALDARA.


Hoy os contaré, dijo el anciano a los niños que se habían sentado en torno a él, una bonita historia.

Otra de la veces que había Luna llena, vino a mi habitación el hombre de Cristal acompañado de una chica, como jamás he vuelto a ver otra igual en toda mi vida.
 

La chica se llamaba Aldara. El hombre de Cristal me la presentó y después de cantarnos una bonita canción con su voz de música, desapareció de mi vista dejándome sólo con ella.

Como era invierno y hacia frío, Aldara se introdujo entre las sábanas de mi cama, puso su mano en mi mejilla y con voz de sonrisa comenzó a narrarme esta historia.

Hace mucho, muchísimo tiempo, en un país llamado seriedad, los hombres no sabían sonreír. Toda su vida la pasaban trabajando, comiendo y durmiendo. Todo lo que hacían era con seriedad, sus ojos eran tristes, su mirada era dura y penetrante.

Los niños de este país también tenían esos ojos y su mirar era igual al de las personas mayores.

La tristeza y el trabajo parecían ser el único fin que perseguían todos sus actos. Los rostros eran lisos como el mármol, por no tener ni una sola arruga sus rostros no tenían expresión alguna. Pensarás que todos los habitantes del país de la seriedad serian guapos. Te equivocas si piensas eso, precisamente por no tener la piel de sus caras ni una sola arruga, eran feas, porque las arrugas de sonreír hacen que las caras sean bonitas.

Todos sin excepción, los señores, las señoras y los niños, tenían como una máscara en lugar de cara y para hablar tan sólo movían los labios.

En el país de la seriedad todo era muy serio y todo se hacia seriamente, nunca se veía sonreír a nadie y mucho menos se oía reír, ni siquiera a los niños que incluso cuando jugaban, jugaban también con seriedad.

Aquél país, era muy serio. La ausencia de sonrisas hacían de él un país triste y aburrido, sin embargo las personas vivían muy bien. 

Tenían fábricas, talleres y oficinas donde los señores y las señoras pasaban la mayor parte de su tiempo. También había periódicos y revistas con muchas noticias, todas ellas serias. También había televisión pero como todo lo hacían con seriedad, nadie sonreía. Por la radio se escuchaban voces serias hablando de cosas serias. En las escuelas no se oyó nunca a los niños reir, los profesores explicaban las lecciones con seriedad y los niños con seriedad las aprendían.

Todo era serio en aquél país, hasta la música era seria. En los conciertos nadie hablaba, ni siquiera al compañero de la butaca de al lado se le comentaba: me gusta esta melodía, que bonita es esta canción. Se escuchaba la música seriamente, al final se aplaudía y cada cual después se iba a su casa.

Era un mundo de seriedad y de orden. Sí, de un orden serio como el de una máquina en el que cada rueda, cada engranaje, tiene su función y su movimiento preciso.

Todas las personas de este país tenían ademanes y rostros tan serios que se parecían mucho a las caras que tienen los guardias y los policías.

En el país de la seriedad siempre hacía sol, no había nunca un día nublado, jamás había llovido. Cuando veían hacia lo alto, tenían que cerrar al instante los ojos o desviar la vista hacia otro lado, por los rayos de la luz del Sol.

Debido al Sol se iba mucho a la playa, pero en la playa se tumbaban seriamente sobre la arena y seriamente se bañaban. Los novios se veían a los ojos con rostros serios y se decían serias palabras de amor.

En todo el territorio, tan sólo los perros eran los únicos que movían el rabo en señal de estar contentos y alegres, esa era su forma de sonreír. Pero como las personas adultas habían crecido en la seriedad y vivido en la seriedad, no se daban cuenta y no les hacían caso.

Un día, un niño mientras comía con mucha seriedad unas galletas en la alameda observo a un perro que levantaba la cola y la movía de un lado para otro. Le dió una galleta al perro, éste la comió de un bocado, levantó todavía más la cola que antes y la movió con mayor energía. El niño volvió a darle otra galleta y volvió a repetirse la misma operación. Cuando se acabaron las galletas, el perro de contento que estaba siguió moviendo la cola. El niño imitándolo, levantó un dedo de la mano y empezó a moverlo de un lado a otro como hacia el perro con su rabo.

Yo, que llevaba algunos días viajando por aquél serio país, tuve lástima de este niño de corazón generoso, que compartía su merienda con un perro. Así que me dije -Yo ALDARA, cuyo nombre es de color blanco y que nadie puede pronunciarlo, sin sonreír, sembraré la sonrisa en todo el territorio dejando la seriedad tan sólo para los tontos.

Permanecía yo con la mejilla apoyada en la mano de Aldara, los ojos muy abiertos y los oídos atentos a todo lo que me decía. Al oír que su nombre era de color blanco, la interrumpí, ¿Tú nombre es de color blanco?. Sí, mi nombre es de color blanco, me dijo ella. No puede ser, los nombres no tienen color -respondí yo-.

El mío es de color blanco. Voy a explicártelo. La letra A representa al color blanco, las cosas cuyos nombres tienen letras A son de color blanco o muy claras. Por ejemplo sábana, alba, nevada, luna, blanco, clara. Todas ellas son de color blanco, como de color blanco es Almohada. Me quedé un poco pensando y dije: Huevo es blanco y no tiene A.

Aldara me dio un beso en la nariz, diciéndome después, eres un niño muy listo, tienes razón, el huevo es blanco y no tiene A. Sin embargo el huevo tiene una cobertura que le llaman Cáscara que tiene tres As y la cáscara del huevo es de color blanco.

No salía de mi asombro, todas las cosas de color blanco que se me ocurrían tenían siempre alguna A.

Ahora, dijo Aldara, pronuncia mi nombre despacio y verás como sonríes. Así lo hice y a medida que lo pronunciaba era como si estuviese sonriendo.

¿Ves como sonríes aún sin querer?. Pero volvamos a la historia que ya está llegando a su fin.

Lo primero que hice para sembrar la sonrisa en el país de la seriedad, fue pedir a mis amigas las nubes que se extendieran por el cielo impidiendo que los rayos del Sol penetrasen a través de ellas. 

Después pedí a mi amigo el trueno que hiciese un poco de ruido para que los habitantes del país de la seriedad viesen hacia arriba. En ese momento, cuando todos los serios habitantes del país de la seriedad estaban con sus caras levantadas, comenzó a llover, las gotas caían en los rostros de los señores y en el de los niños, haciéndoles cosquillas. Una gota caía cerca de un ojo, que cerraban y dejaban el otro abierto, otra gota caía en la mejilla, otra en la nariz, otra cerca de los labios, otra en una oreja, otra en la frente. Y como las gotas les hacían cosquillas, poco a poco las caras serias, inexpresivas sin arrugas como el mármol, fueron cobrando lentamente vida.

Los habitantes del país de la seriedad, acababan de aprender a sonreír. Sus rostros lisos fueron adquiriendo, a medida que iban sonriendo, algunas hermosas arrugas, que convirtieron sus rostros feos, en bellos, teniendo desde entonces todos caras bonitas. Excepto los tontos, que por seguir queriendo hacer todo con seriedad, se les quedó cara de tontos.

Aldara salió de entre las sábanas, me dio otro beso en la nariz y me dijo, ahora tengo que irme, Pedro Chosco está esperando desde. hace un buen rato para hacerte dormir, y se va a enfadar conmigo.

Aldara desapareció como por arte de magia y yo me quedé dormido casi al instante.

VI. LA CABRA, EL CHIVO Y LOS SIETE CABRITILLOS.



Vosotros sabéis que hay muchos cuentos, pero lo que no sabéis es que los cuentos no han sucedido siempre como los cuentan. Os voy a narrar la verdadera historia de la cabra, el chivo y los siete cabritos y creo que es la verdadera historia, porque la leí hace muchos, muchísimos años, en un libro escrito con letras de plata. Si el libro estuviese escrito con letras de oro dudaría de la historia, porque el oro es el metal de la avaricia, pero estaba escrito en letras de plata y al ser la plata el metal de la poesía, no dudo ni por un momento que esta fuese la verdadera historia.

El cuento comenzaba así.


Vivía en una pequeña y bonita casa pintada de blanco, doña cabra y su compañero don chivo con sus siete cabritos hijos suyos. La mamá cabra tenía una leche blanca, cremosa y riquísima, famosa en toda la región.


A veces, venían animales recorriendo grandes distancias para pedirle a doña cabra un poco de queso y un vaso de leche, leche que doña cabra les daba muy gustosa porque a ella le sobraba y sabía que mañana tendría más. Los animales a su vez, le traían regalos muy superiores en valor, porque doña cabra era amable y muy buena con todos ellos.


Entre todos los animales, había dos que venían todas las semanas a beber un vaso de leche y comer un poco de su estupendo queso. Uno era don lobo, el otro, era don perro, un enorme mastín que vivía con un anciano médico de animales.


Desde hacia años, don lobo y don perro venían el mismo día a casa de doña cabra, comían el queso, bebían el vaso de la rica leche y se iban después todos juntos, con el papá chivo, la mamá cabra y los siete cabritillos a jugar a un prado cercano.


Los cabritillos se subían a lomos de don perro, don lobo y de don chivo como si fuesen caballos y hacían carreras. También se revolcaban en la verde hierba y daban vueltas y más vueltas hasta casi marearse. Cuando se cansaban de jugar y el sol comenzaba a perder fuerza, don chivo, la cabra y los siete cabritos se iban a su pequeña y linda casa pintada de blanco, don perro se iba a hacer compañía al anciano veterinario y don lobo se dirigía a su casa del bosque pintada de color marrón. Así transcurrían las semanas y la vida para todos ellos siempre era alegre y sin preocupaciones.


Un día estaba la mamá cabra atareada haciendo su queso tan blanco como una nube, cuando recibió la visita de una liebre mensajera. A todo correr, la liebre había venido a comunicarle que un primo suyo se cayera al corretear entre unas rocas rompiéndose una pata.


La mamá cabra y el papá chivo se dispusieron a visitar al enfermo, cuya casa estaba a una hora de camino de la suya.


Ante la imposibilidad de llevar a los cabritillos, decidieron dejarlos en casa, encargando a los dos cabritillos mayores que cuidasen de sus hermanos hasta que ellos volviesen.


Les dejaron las siete meriendas preparadas, una para cada cabritillo y se fueron a visitar al enfermo.


Los cabritillos jugaban alrededor de la casa, cuando pasaron por allí los dueños de una granja vecina.


Viendo los granjeros solos a los cabritillos, les preguntaron por sus padres. El mayor de los cabritillos les respondió que habían ido a visitar a un primo que estaba enfermo, y que mientras no llegaban sus padres estaban jugando a dar saltitos y a embestir a las hojas de árboles que traía el viento.


Al oir esta respuesta, los granjeros hicieron un gesto pasando por su mente la misma idea, cogieron una cuerda y comenzaron a atarlos. El más pequeño de los cabritillos al ver aquello, dio un salto, se metió por debajo de las piernas de los granjeros y corrió hacia la casa ocultándose en la caja del reloj de pared.


Uno de los granjeros al ver que se escapaba dijo: No importa que se escape, todavía es muy pequeño, además con estos ya tenemos bastantes cabritos. Y diciendo esto, se fueron a su granja llevándolos atados.


Pasaba el tiempo y el pequeño cabritillo asustado y con grandísimo miedo, no se atrevía a salir de su escondite. Por fin llegaron sus padres.


Llamó la mamá cabra por sus hijos, pero nadie respondía, el papá chivo fue al prado creyendo que estarían jugando y retozando en la hierba.


Al volver se encontró a la mamá cabra balando de pena y abrazada a su pequeño cabritillo. ¿Qué pasó? ¿por qué balais de ese modo tan triste?, preguntó don chivo que no sospechaba nada de lo sucedido.


Sucede, dijo doña cabra, que los granjeros se han llevado a nuestros hermosos cabritillos. Al oír esto don chivo, resopló enfadado con tal fuerza que la puerta de la casa se cerró sola de golpe.


Ahora mismo iré a la granja y los libertaré, dijo el chivo enfurecido, cuyos cuernos eran inmensos y fuertes.


Yo iré contigo, dijo la mamá cabra, yo también tengo fuertes cuernos.


Y yo iré con vosotros, añadió el pequeño cabrito, que al estar con sus padres se le había marchado el miedo como por arte de magia.


Se dirigían los tres hacia la granja cuando en el camino se encontraron con don lobo y don perro que iban a comer un poco de queso y beber un vaso de leche a la casa de doña cabra.


¿Qué os sucede, que os veo tan tristes y donde están los otros cabritillos que faltan? preguntó don lobo.


Los granjeros han cogido a mis alegres cabritos, respondió doña cabra. Añadiendo don chivo, vamos a buscarlos y traerlos de nuevo con nosotros.


Al oir esto el enorme mastín, lanzó enfadado un tremendo ladrido que se movieron hasta las hojas de los árboles más altos, mientras don lobo enseñó sus grandes dientes diciendo: esos granjeros han de probar hoy mismo los dientes de don lobo y don perro.


Poco tiempo después se encontraban ante la granja. El papá chivo a través de la ventana vio a los granjeros, y en una esquina de la habitación a los seis cabritillos atados que balaban de miedo acurrucándose unos contra otros. !Ahí están! dijo nervioso, voy a coger carrera y de un salto entraré por la ventana. No, dijo don lobo, mejor es que doña cabra llame a la puerta y cuando la abran, entramos todos y les damos su merecido.


La mamá cabra llamó, los granjeros confiados, abrieron la, puerta, de repente se vieron tirados en el suelo de una enorme embestida que les dio don chivo. Seguidamente entraron corriendo don lobo, don perro, la mamá cabra y el pequeño cabritillo. Don lobo mordía con sus fuertes dientes a los granjeros, don perro hacia lo mismo, mientras la mamá cabra y el papá chivo les corneaban con tanta fuerza que casi los levantaban hasta el techo. El pequeño cabritillo mientras tanto, desató a sus hermanos, y todos a la vez, aunque todavía no les nacieran los cuernos, se lanzaron con sus pequeñas cabezas contra los granjeros, que tan pronto como pudieron, salieron huyendo de la granja perseguidos por don lobo y don perro.


Tal escarmiento habían recibido los granjeros que todavía hoy, después de haber pasado tantos años no han vuelto aún a la granja.

 
Pasado el susto los pequeños cabritillos se fueron muy contentos y alegres con sus padres a su casa pintada de blanco, don perro se fue a su casa pintada de rojo a hacer compañía al veterinario y don lobo se fue a su casa del bosque pintada de color marrón.

VII. LOS NIÑOS MALOS.


Lo que voy a contarte sucedió no hace mucho tiempo en un pueblo del País de las Batuecas. Este pueblo cuyo nombre no importa demasiado, era un poco más pequeño que el pueblo en el que vives, casi podría decir que era prácticamente igual. La playa se encontraba cerca del pueblo, de tal manera que en cualquier estación del año incluso en invierno se podía jugar en ella. 

Pero no es el pueblo lo que nos interesa, sino un hecho que les sucedió a los niños que en él habitaban y que desde ese momento cambió el rumbo de sus vidas durante largo tiempo. Todavía hoy, después de haber pasado más de cuarenta años se habla de aquél momento que fue, de preocupación y derrota para unos y de felicidad y gloria para otros.  

La historia comienza así: Entre los numerosos niños del pueblo, había uno llamado Javier al que casi todos los padres y casi todas las tías ponían a sus hijos y sobrinos como ejemplo de niño malo. Unos decían "ya te pareces a Javier", otros "estás más sucio que Javier" "eres más malo que Javier" y hasta hubo quien dijo "no quiero que juegues con Javier, !entendido!".

Los niños poco a poco, por influencia de los familiares, comenzaron a no querer a Javier "el niño malo" como se le llamaba. Sin embargo no le odiaban porque los niños no saben lo que es el odio, este sentimiento tan sólo lo tienen los adultos que pueden estar guardando rencor y permanecer enfadados durante años e incluso toda la vida con un vecino.

A pesar de todo, los niños se sentían atraídos por este niño malo que no le hacia daño a nadie, ni siquiera a los pájaros, pues cuando los cazaba no era para hacerlos sufrir o para encerrarlos en jaulas, sino que los observaba, veía como tenían las patas, la forma de los ojos, como eran sus alas, como eran las diferentes clases y formas de sus plumas, inmediatamente después, los soltaba.  

Javier sólo se había peleado dos veces, una vez fue con un niño que destrozó un nido de pájaros, Javier le vió y le puso un ojo morado; otra vez fue en la escuela, el profesor no lo dejaba ir al baño, Javier rompió el libro y tirándolo al suelo, dijo "adiós" y no volvió a entrar más en el colegio.  

Fue desde ese día, y por presión de los padres influenciados por los profesores, cuando los demás niños comenzaron a alejarse de él. Pero cuando querían hacer una escalera de cuerda, era Javier el mejor técnico y el que construía los objetos más raros, era siempre él. 

Un día llegó a hacer fuego sin cerillas, eso le granjeó la admiración secreta e incondicional de todos los demás niños. 

Javier vivía en una pequeña y bonita casa del pueblo con su abuela. Los padres de Javier habían fallecido en un fatal accidente de avión, por ese motivo se vino a vivir con ella. Su abuela, todavía joven, había sido profesora y según se decía, había conocido a pedagogos y científicos de renombre, incluso había escrito varios libros. Cuando se la veía por la calle, iba acompañada de Javier y con un libro bajo el brazo. El, en esos momentos tenía un porte majestuoso, la voz se le hacía más grave, hablaba más despacio y hasta cambiaba el andar, pues iba con su abuela y el era su nieto, su único nieto, y se decía a si mismo, soy el hombre de la casa. La abuela notaba este cambio, sin embargo no le decía nada, porque ella pensaba para sí misma, "qué diablos lo mismo me ocurre a mí, estoy tan orgullosa de este pequeño". Paseando tranquilamente se acercaban hasta algún campillo, observaban las hierbas y flores mientras la abuela le explicaba sus características, sus propiedades y como se preparaban para las infusiones. El jugo amarillento de la celedonia, untado es bueno para las verrugas y eczemas de la piel, le decía,, los baños de ruda hervida en agua, es buena para la circulación y el reuma, el romero en infusión ayuda a curar los catarros y el agua de su cocción frotándola en el pelo, evita su caída. Todo esto, iba memorizando y aprendiendo Javier de su abuela. 

Una tarde, en el verano, estaban los niños en la playa, tenían un furioso partido de fútbol, otros se bañaban, Javier también estaba en la playa y se distraía construyendo un castillo de arena.

Algunos niños se le fueron acercando y decidieron construir otro castillo cerca del suyo, uno de los niños exclamó "ese es el castillo de los niños malos, este es el castillo de los niños buenos" y comenzaron su construcción, mientras se reían del castillo de los niños malos.


Javier entonces les dijo: no olvidaros de hacer cárceles frías y mazmorras oscuras, construid cárceles grandes, porque hay muchos niños malos como yo.


Uno de los niños le respondió: tu serás el primer prisionero, y todos a coro exclamaron: ¡sí, tú serás el primer prisionero! !si, tu serás el primero! ¡tú serás el primero!.


Javier encolerizado, se puso en pié y desde dentro de su castillo, los puños cerrados con arena entre los dedos y la voz entrecortada por la ira, les dijo:


Os equivocáis, sois vosotros y no yo, los prisioneros, los que estáis en cárceles, los que estáis en mazmorras oscuras, a los que imponen castigos, a quienes riñen es a vosotros y no a mÍ. Javier siguió hablando con voz entrecortada, mientras las mejillas se le iban poniendo cada vez más coloradas. Me llamáis niño malo porque tengo las piernas y las rodillas sucias, pues enteraos, son de jugar, de andar de rodillas por la tierra y tengo los pantalones sucios de subir a los árboles y de sentarme en las piedras. Me llamáis malo porque le tiré el libro al profesor, lo volvería a hacer y lo haría otra vez hasta mil veces seguidas. ¿Quién es el profesor, para no dejarme ir al baño? Con que derecho se atreve a pegar, a llamaros burros y asnos.


No quiero estar sentado todo el día en un banco gastando los pantalones. Prefiero leer, dibujar las hojas de los árboles, observar a los animales, los pájaros y las plantas.


Si a vosotros os gusta andar con la ropa nueva y limpia, andad, pero no me envidiéis por que pueda sentarme y jugar con la tierra.


Javier ya más calmado, acabó diciendo en voz más baja- y ahora dejadme en paz, que prefiero ser cien veces niño malo que niño tonto como vosotros.


Al acabar de hablar, un gran silencio se hizo entre todos los niños, nadie sabía que decir, nadie era capaz de hablar, hasta que Carlitos dijo, yo quiero ser niño malo; y yo, respondió Ricardo; y yo dijo Juan; y yo; y yo; y yo; respondieron todos. Y se pasaron al castillo de Javier y como el castillo era pequeño construyeron uno mayor para que todos pudiesen estar en él. Poco tiempo después un hermoso castillo con foso, doble muralla, puente levadizo y torres barbacanas en las puertas se elevaba en la playa. El castillo era inexpugnable, además estaba defendido por valientes guerreros. Cuando la marea iba subiendo e intentaba derribar los muros de arena del castillo, los niños le arrojaban conchas diciendo: !cuidado, nos atacan los profesores! !preparémonos para luchar! y arrojando bolas de arena húmeda decían, !fuego!, ahí va gramática 1, ahí va ciencias 1, ahí va ciencias 2, ahí va conocimiento 1, y ahora un cañonazo de deberes IBOON!.


Acabada la defensa del castillo, uno de los niños propuso hacer una canción, la canción de los niños malos, todos empezaron a buscar letra y música para una canción. No tardando demasiado tiempo en inventarse una canción que comenzaron a entonar por toda la playa atrayendo a los niños buenos y tontos a que se hicieran malos y espabilados.

Somos los niños malos
somos los niños malos,

somos los niños malos

porque sí, porque sí.

Si tú eres bueno
si tú eres bueno,

la escuela toda entera

para tí.
 
Somos los niños malos
nos gusta hablar y jugar.

También nos gusta aprender

pero también nos gusta reir.


Los que estaban jugando al fútbol dejaron de hacerlo para unirse al grupo como atraídos por una llamada especial, y se iban con ellos cantando por la playa y cuando veían a un niño que no conocían, le preguntaban si quería ser niño malo, al principio decían que no, pero cuando le explicaban lo que era ser niño malo se unía inmediatamente al grupo.

En poco tiempo todos los niños del pueblo, se habían hecho niños malos, en todas las calles y a todas horas se oía la canción que entonaban con alegría.


Los familiares y los profesores se reunieron para hablar de este grave acontecimiento, muchas horas hablaron y hablaron sobre el tema, y cuanto más hablaban menos se entendieron.


Hasta aquí, amigo mío, es lo único que sé de lo ocurrido en ese pueblo del país de las Batuecas hace cerca de cincuenta años. Pero lo que si puedo asegurarte, es que todavía hay pueblos donde tiene que resolverse la batalla definitiva entre los niños buenos y los "niños malos".


VIII. EL ESPEJO MÁGICO.


Las ciudades parecen todas iguales, la verdad es que las ciudades son todas iguales unas a otras. En todas ellas hay edificios muy altos, con agujeres a los que llaman ventanas y a los que nunca se asoma nadie. Los edificios de las ciudades parecen inhabitados, parece que en ellos no viven señoras, ni señores, ni niños. Porque en los edificios de las ciudades, los vecinos no van unos a la casa de los otros, no hablan de lo que van a comer hoy o de lo que les ocurre durante el día. Solamente, se saludan en el portal, -buenos días, dice uno; buenos días, dice el otro- y amos siguen su camino.

Alguna vez, muy rara vez, una vecina pide a otra un poco de sal o un poco de harina que se le acabó y le hace falta para cocinar. Sólo algunos niños hacen parecer vivo y lleno de vida un edificio. 

Uno de estos niños se llamaba Lino.

Lino recorría los pisos del edificio porque sí, iba simplemente a hacer una visita a los vecinos, les contaba alguna cosa, a veces le regalaban un bombón, o comía una natilla que la vecina había hecho de postre. 

A Lino lo quería todo el mundo, el cartero, la señora que limpiaba el ascensor y las escaleras, la señora que tenía el almacén de chatarra, la tendera, el fotógrafo, los mecánicos del taller de coches, el zapatero, el peluquero de la barbería que le cortaba el pelo cuando le cubría la frente y le molestaba los ojos. Pero sobre todo, el amigo preferido de Lino, era el cristalero. El cristalero se llamaba Guillermo, tenía tantos años como un abuelo.

Para Lino, Guillermo era el cristalero que sabía hacer los mejores espejos no sólo de la ciudad, sino de todo el mundo.

Muchas tardes, Lino entraba en la cristalería y sin tocar nada, porque los cristales son peligrosos, observaba trabajar a su amigo y hablaban de las cosas que hablan los amigos. 

Una tarde que estaban hablando de los espejos, Guillermo le decía que había espejos mágicos y que todos los espejos tienen algo de mágicos, sino como puede verse uno tal y como es reflejado en ellos, si echas la lengua la imagen del espejo te echa la lengua, si mueves la nariz la imagen del espejo mueve la nariz, si cierras los ojos la imagen del espejo cierra los ojos, si los abres la imangen del espejo los abre también. Eso es algo mágico, como es algo mágico que uno pueda estar fuera y dentro del espejo al mismo tiempo. 

Lino estaba tan atento a lo que se le decía, que no dejó escapar ni una sola palabra sin oír. Guillermo continuó, aunque todos los espejos son mágicos, hay unos que son más mágicos que otros. Por ejemplo, los espejos cóncavos como estos que ves aquí; y señaló los espejos cóncavos, empequeñecen la figura de lo que se ponga ante ellos. Lino se puso ante un espejo y su figura se achataba cuanto más se acercaba, si se alejaba del espejo su figura se estiraba. Lino exclamó: !Caramba, esto si que es magia de verdad!. 

Guillermo le mostró diversos tipos de espejos, los que aumentan las caras, los que las disminuyen, espejos muy pulidos, espejos normales, espejos por los que se puede ver lo que ocurre al otro lado sin ser visto, y también le mostró los espejos convexos. Estos últimos espejos, los convexos, al contrario de lo que ocurre con los cóncavos, cuanto más te alejes de ellos, la figura se empequeñece, llegando un momento que, no te ves en él aunque estás a pocos pasos de distancia. Este espejo convexo en el que te estás viendo, es un viejo espejo muy antiguo, muy bien pulido, el cristalero que lo hizo, conocía muy bien los secretos de los espejos. Cuando lo haya reparado, volverá a ser colgado de nuevo en la sala de un castillo. 

Viendo que Lino se entretenía acercándose y alejándose del espejo, lo dejó diciéndole, juega sin tocar nada, yo voy a seguir con mi trabajo. Fascinado por aquél espejo, Lino comenzó a alejarse poco a poco, a pasitos pequeñitos hasta que su figura se convirtió en un punto inapreciable, casi invisible, y así, viéndose y no viéndose a la vez, se quedó largo tiempo. De repente sintió como un airecillo le soplaba en la cara, aspiró el aire, olía a flores, y sin saber como ocurrió se encontró al instante en un jardín hermosísimo, con las flores más hermosas que pueden imaginarse, las había de todas las clases conocidas y de otras muchas clases que no se conocen, eran de todos los colores y de las más variadas formas, se combinaban entre si produciendo una armonía perfecta entre formas y coloridos.

Desconcertado, no sabía si era un sueño de dormir, si era un sueño de cuando se está despierto, o si era realidad. Sueño de dormir no es, se dijo, porque hace un momento estaba despierto, ahora mismo estoy despierto, y se pellizcó una mano para comprobarlo. Sueño de estar despierto tampoco es, porque no estoy soñando nada, solo estaba delante del espejo convexo. 

Realidad tampoco puede ser porque si estaba en el taller de Guillermo como voy a estar ahora aquí en este jardín tan bonito y que nunca había visto. Tal vez, se dijo, tal vez... oyó decir a una voz como la suya pero que venía de un reloj de flores, tal vez el espejo antiguo fuese un espejo mágico, construido con mágicos secretos. Se asustó al oír que una voz, que era como su voz, repetía sus pensamientos. ¿Quién eres? –soy el reloj de flores. Le contestaron -Puedo saber todo lo que piensas y puedo hablar con la voz de quien quiera, ahora lo hice con tu voz, porque al leer los pensamientos los digo con la voz de a quién se los leo. Desde ahora que cada uno diga lo que quiera, yo no diré tus pensamientos. Lino se encontraba asombrado, tan asombrado estaba que apenas podía abrir la boca, ni aunque le dieran el bombón más rico del mundo sería capaz de abril en ese momento la boca. -Acércate hasta mí, dijo el reloj de flores. Esta vez hablándole con voz de niña. Acércate y huele mi perfume que soy toda de flores, verás como se te pasa el susto, y la cara que ahora tienes de tonto asustado se te vuelve a la que antes tenías. Aspiró Lino el olor de las flores que del reloj despedía y se encontró muy a gusto en aquel jardín mágico, sin miedo y sin temor alguno. 

Reloj de Flores.-Pregúntame lo que quieras, sé que quieres preguntarme cosas. 

Lino.-¿Qué me ha pasado?.

Reloj de Flores.-Has traspasado el espejo, cruzado la frontera que divide el mundo de lo real del de la fantasía, para cruzar el espejo has tenido que caminar con el tiempo. Al aspirar el airecillo agradable con olor a flores, el tiempo te cogía de la mano y te trasladaba a través del espejo hasta este lugar.

Lino.-¿Pero donde estoy? ¿ qué es este lugar?. 

Reloj de Flores-Estás al otro lado del espejo, aquí todo es distinto a lo que tú conoces, y todo sucede de manera muy diferente. Yo soy el reloj del tiempo, pero mis horas no son todas iguales como las vuestras, yo le marco el tiempo a cada uno de los que viven en este mundo. Por ejemplo, si aquella flor se siente hoy muy bonita, me lo comunica y yo paro su tiempo, y la flor permanece así bonita hasta que se cansa y me vuelve a comunicar que siga el tiempo. Si unos patos están jugando, me lo comunican y yo les paro su tiempo y ellos siguen jugando sin que el tiempo transcurra para ellos. Este lugar, al que has llegado traspasando el espejo, es el mundo de la fantasía. Solo has podido cruzar el espejo, porque mis flores pequeñas marcaban hacia la Luna, mientras mis flores grandes marcaban hacia el Sol. En ese momento, tu estabas justo en el punto mágico, así pudiste venir aquí cruzando el espejo convexo. 

Lino.-¿Y para salir? ¿cómo podré salir de aquí?. 

Reloj de Flores.-Es muy fácil, sales del espejo cuando quieras, no tienes más que acercarte a él, tocarlo con la nariz y ya estás al otro lado. 

Lino.-Es fantástico, nunca hubiese creído que pudieran construirse espejos tan mágicos. Ahora voy a dar un paseo y conocer este lugar. !Adios, reloj de flores¡. 

Reloj de Flores.-!Espera! una última cosa, aquí nadie dice mentiras, no es necesario mentir, ya sabes que la mentira no es más que la intención con que se dicen las cosas. Aquí no se necesita engañar a nadie, estás en el mundo de la fantasía y todo puede suceder. Por esta misma razón, nunca han traspasado el espejo personas mayores, las personas mayores con frecuencia dicen mentiras a los niños, a menudo se engañan entre ellas para hacer lo que ellas llaman negocios, y también a veces se dicen mentiras porque sí. Aquí digas lo que digas siempre será realidad, en el mundo de la fantasía nada hay verdad ni mentira, todo puede suceder, todo es realidad. Solamente los niños pueden traspasar el espejo convexo, porque ellos creen en la fantasía y constantemente tienen alrededor de ellos un mundo fantástico. Pararé tu tiempo, así dejará de correr para tí. Apenas se alejó del reloj de flores, se le acercaron cuatro patos, un pato blanco, un pato de color negro, una pata de color azul y otra pata de color verde.

 Patos.-(Todos a la vez muy contentos y hablando muy de prisa). ¡Hola! ¡Hola! ¡Hola! ¡Hola! ¿cuándo has venido? ¿cuándo has venido? ¿cuándo has venido? ¿cuándo has venido?. 

Lino.-(Sorprendido) ¡Oh! habláis como yo. 

Pato negro.-¿Cómo quieres que hablásemos?. 

Lino.-Siempre creí que los patos que hablaban lo hacían como el pato Donald. Los patos comenzaron a desternillarse de risa, el pato negro y la pata verde se cayeron sentados y el pato blanco y la pata azul se tapaban el pico con el ala.

Patos.-Jijijiji, Jujujuju, Jijijiji. Como Donald Jijijiji.

Pato negro.- Donald es un pato tontísimo, que ni siquiera sabe hablar bien. Para decir caramelo dice cuaggraquelogg, y para decir agua dice aguagg. Donald es un pato tontísimo.

Pato blanco.-El pato más tontísimo es el pato Lucas, porque siempre está haciendo trastadas y travesuras.

Pato negro.-Lo dices porque Lucas es un inteligente y hermosísimo pato negro.

Pato blanco.-Lo dices tú, porque Donald es un hermosísimo e inteligentísimo pato blanco. Mientras el pato blanco y el pato negro discutían, las dos patas se reían sin parar de sus dos amigos, así estaban hasta que intervino Lino.
 
Lino.-Señores patos, Donald y Lucas son amigos mios, y no quiero que a mis amigos les insulte nadie, aunque sean patos quienes lo hagan.
Pata verde.-¡Muy bien dicho! ¡Muy bien!.

Pata azul.-
¡Muy bien hablado! Magnífica lección.

 

Pato negro.-Tontísimo, tontísimo, Donald no es, pero estarás de acuerdo conmigo que un poco tontaina sí es.

Pato blanco.-Igual digo yo, tontísimo, tontísimo Lucas no es, pero sí que es un poco tontaina. 

Lino.-Nada de eso, ni un poco ni un mucho, Donald y Lucas no son nada tontainas, al contrario, son listísimos. Los tontainas son dos patos que no sé sus nombres, que no paran de discutir y no hacen más que hablar mal de los demás. La pata verde y la pata azul, contentísimas aplaudían con sus alas.


Patas.-¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo!. 

Pato blanco.-(Ofendidísimo). ¡Oh!, ¡Ah!, me voy a refrescar al estanque, ¡tontaina yo! (se va). 

Pato negro.-(Ofendidísimo). ¡Oh!, ¡Ah!, me voy a refrescar al estanque, ¡tontaina yo¡ (se va). 

Pata verde.-Les has dado su merecido, lo estaban buscando. De un tiempo a esta parte estaban algo criticones. 


Pata azul.-Sí, sí, muy criticones e impertinentes. Donald se lo tiene bien ganado. 

Pata verde.-Y Lucas merecidísimo.


Lino.-(Con cara de asombro) ¿Eran el pato Donald y el pato Lucas?. 

Pata verde.-Sí, los auténticos Donald y Lucas.
 
Lino.-Yo, yo no lo sabía, tal vez tenga que pedirles disculpas.
 
Pata verde.-¡Ni hablar de eso!.

Pata azul.-¡Ni se te ocurra! todo esta muy bien, has estado maravilloso. 

Pata verde.-Encantada de conocerte, me voy al estanque. 

Pata azul.-Encantada de conocerte, también yo me voy a jugar al estanque. Lino se quedó solo y reanudó su paseo por el maravilloso jardín, contemplaba las flores y la hierba, la hierba era la mas verde y fresca que había visto en su vida, era como una mullida cama que parecía decirle, ven acuéstate, verás que bien se está, no seas tímido acuéstate Lino dudó un poco, y se acostó en la hierba con los brazos debajo de la cabeza, por primera vez sus ojos se fijaban en lo que estaba sobre él. Apenas vió lo que vió, se le abrió la boca de sorpresa, eso si que no se lo esperaba, sus ojos no se econtraron con las nubes normales, sus ojos se encontraron con un cielo compuesto por los hermosísimos colores del arco iris. El rojo, el naranja, el amarillo, el verde, el azul, el añil y el violeta, estaban los siete colores puros, colores que cubrían como una inmensa bóveda todo el lugar de la fantasía. De vez en cuando pasaba una nube de color rojo, de color verde, o de varios colores combinados. No podría creer nada de lo que veía, era tan bonito, tan imposible de creer, que si no fuese que sabía que en el país de la fantasía todo puede suceder, no lo daría credito aunque sus ojos le dijesen, ¡es realidad!,que sí, que es realidad. Contemplaba todo aquello con muchísimo placer, cuando una voz le dijo: ¡eh! ¿estás cómodo?. Se incorporó rápidamente, movió la cabeza en todas direcciones para localizar de donde provenía aquella voz. ¡Estoy aquí!, volvió a decirle la voz. Lino movía la cabeza de un lado a otro buscando al que le había hablado. La voz volvió a decirle. ¡Estoy aquí! debajo de ti, soy la hierba quien te habla. Ni que decir tiene, que si la boca de Lino se le había abierto cuando contempló el firmamento de arco iris, al escuchar hablar a la hierba se le abrió todavía más, y tanto se le abrió, que parecía que iba a comerse de golpe tres helados de los grandes con cucurucho incluido. Acuéstate boca abajo, dijo la hierba, podrás verme y hablaremos mejor. Lino dándose la vuelta con cuidadito para no lastimar a la hierba, se acostó y puso sus manos, esta vez, debajo del mentón.
 
Hierba.-¿Estás cómodo?.
 
Lino.-Sí, muy cómodo. Pero mi comodidad debe molestarte mucho. 

Hierba.-En absoluto me molesta, al contrario me agrada sentir el calorcito de tu cuerpo sobre mí, siento el calorcito de tu cuerpo como caricias muy suaves. 

Lino.-Con mi peso te estoy aplastando.

Hierba.-Un poquito, solo un poquito. Cuando te levantes, inmediatamente puedo enderezarme otra vez. Te imaginas lo aburrido que sería si nadie se acostara sobre mí, es como si nadie jugase contigo, el que alguien se acueste sobre mí, es como jugar, oigo los latidos de su corazón, lo acompasado de su respiración, noto como su sangre da calor a todo su cuerpo y siento a la vez su calor sobre mí. Además siempre hablamos un poco. Lino tumbado sobre la hierba la veia muy bien, la tenía delante mismo de la nariz, nunca había visto tan de cerca la hierba. A la hierba siempre la había menospreciado. La hierba le parecía fea comparada con las flores. Poco a poco, hablando con la hierba fué descubriendo en ella encantos que no había imaginado que pudiese tener. 

Lino.-Ahora me gustas más que antes, antes me parecías fea. Sin embargo ahora me gustas, me gusta tu color, tu suavidad, tu forma y me gusta como eres.
 
Hierba.-¡Caramba! ¿ese cambio tan repentino a qué es debido?.
 
Lino.-No sé, aquí todo es diferente, además a tí te veo … como te lo explicaría yo, ¡ah! sí, ya sé, te veo como si hoy fuese la primera vez y si aún por encima me hablas, comprenderás mi cambio tan repentino. 

Hierba.-Sí, así se comprende tu cambio de opinión. Aunque intuyo que en tu mundo observas poco a la naturaleza, apenas te fijas en las flores, en las hojas, en los arbustos, en las hierbas, en las plantas, en los árboles, tengo la sensación que sólo los ves por encima, ni siquiera fijas la mirada en ellos, pocas veces los tocas, y nunca se te ha ocurrido hablarles.

Lino.-Hablarles! ¿hablarles a las plantas, a las hierbas, a las flores y a los árboles?.

Hierba.-Sí, hablarles, de qué te extrañas. ¿Acaso crees que no te entenderían?, ¿no estamos hablando nosotros?.

Lino.-Es diferente. Este es el mundo de la fantasía, aquí hay relojes de flores, las flores hablan y habla el reloj, hablan los patos y hablas tú, aquí todo es mágico. En donde yo vivo todo es diferente, ni las plantas, ni las hierbas hablan, solo hablan los humanos.
 
Hierba.-Eso es lo que vosotros creéis, los humanos sois tontos de remate. Pensáis que sois los únicos que podéis comunicaros, pensáis que sois los únicos que os decís y contáis cosas. Sois más tontos de lo que pensaba.
 
Lino.-Es verdad, debes creerme, en mi mundo los patos no hablan, ni las flores hablan. Al menos yo jamás escuché a ningún pato ni a ninguna flor que dijesen ni una sola palabra. 

Hierba.-Es evidente, lo mismo dirán de vosotros las plantas y los patos. Ellos dirán de vosotros que no sabéis hablar. Sin embargo habláis, habláis a vuestro modo y de vuestras cosas. Las plantas, los animales, las rocas y las piedras, hablamos también, pero hablamos a nuestro modo. Lino puso en su cara una expresión de excéptico, (poner cara de excéptico, es poner cara de no creer demasiado lo que se oye), la hierba le vió esa cara tan rara, (porque si excéptico es una palabra muy rara, poner cara de excéptico es poner una cara muy rara), y le siguió hablando.

Hierba.-Te lo explicaré un poco para que lo entiendas mejor. Las flores se visten de colores para ser mas hermosas y para gustar a otras flores. Solamente los tontos piensan que las flores son bonitas para ponerlas en floreros. Las flores emiten olores, olores que se esparcen por el aire y el aire los lleva a otros lugares donde hay flores, y estas huelen el olor, por el olor es como se comunican las flores, hablan, comentan sus cosas, se hacen amigas y si se gustan tienen florecillas. 

Lino.-¿Como van a tener florecillas si están lejos unas de otras?. Sería posible si estuviesen muy cerquita, alejadas es imposible.
 
Hierba.-(Muy contenta). Tururú, tururú, eso es lo que piensas tú.

Lino.-Tarará, tarará, de florecillas ni hablar. 

Hierba.-Tereré, tereré, ahora mismo te lo explicaré. Vamos a ver, ¿hay flores en tu mundo?.

Lino.-Sí, muchas. 

Hierba.-¿Y florecillas?, ¿hay florecillas?.

Lino.-Sí, también hay muchas.
 
Hierba.-Eso quiere decir que las flores mayores tienen florecillas, ¿no es así?. 

Lino.-(Avergonzado, porque todo era como le decía la hierba). Sí.
 
Hierba.-Las flores hablan por medio de sus perfumes, al gustarse y al llegar la primavera, le dicen al viento, "por favor viento, serías tan amable de paso que vas en esa dirección, dejar este paquetito de polen en la flor que está en tal sitio, que tiene tal color y que es de esta forma". El viento que es muy amable y viene a ser el cartero de la naturaleza, lleva el paquetito con el polen a la flor que al abrirlo lo echa sobre si, un tiempo más tarde nacerán las florecillas.
 
Lino.-!Qué interesante! (pensativo, de repente) ¿y si el viento no sopla en esa dirección?.

Hierba.-Siempre hay alguna abeja que viene a buscar un poco de azúcar a la flor, para hacer miel, y la abeja en agradecimiento le lleva el paquetito con el polen a la dirección indicada, a su vez la flor que recibe el paquetito le da un poco de azúcar a la abeja.

Lino.-¡Caray! ¿Qué interesante?.

Hierba.-Si no hablasen, ¿cómo podrían darle la dirección al viento, como podrían comunicarse con las abejas para que llevasen el paquetito de polen?. Solamente hablando puede hacerse eso, ¿no es cierto?.

Lino.-(Muy contento, se le ha ocurrido una idea genial). Sí, es cierto que pueden hablar. ¿Pero yo como podría hablar con ellas, y con el viento y con los, animales y con el agua y con las rocas y con toda la naturaleza entera?.

Hierba.-No es muy difícil, más bien es fácil, pero mejor es que te enseñe a hacerlo el habitante más sabio , el más fuerte y el más anciano de todo el país de la fantasía. Nadie mejor que él para enseñarte estas cosas, aunque a veces, como es muy viejo, tiene un poco de mal humor, pero se le pasa al momento si le acaricias una oreja.

Lino.-¿Quien es el habitante más sabio, más fuerte y más anciano de todo el país de la fantasía?.

Hierba.-El más fuerte y el más sabio porque es también el más anciano, es el Dragón. Si alguna vez alguien intentase destruir el mundo de la fantasía, el Dragón con su inmensa fuerza, con su piel dura como una coraza que lo hace invulnerable, nos defendería con mucha facilidad, además, su boca, si llegase a enfadarse, puede arrojar el soplido de fuego durante más de un año sin parar ni un solo instante. Las bombas y misiles que emplean las personas mayores de tu mundo en las guerras, nuestro amigo Dragón, se las comería como si fuesen almendras. Nuestro amigo el dragón es el más sabio, por que es el que tiene más edad de todos nosotros y se pasa todo el día leyendo libros gordos y grandes que tiene en los estantes de su cueva. En esos libros se encuentran escritos la sabiduría y los secretos de los dragones. 

Lino.-¿Todo el día se lo pasa leyendo?.¿Ni siquiera da un paseo volando?. 

Hierba.-Cuando se cansa de leer, se quita las gafas, las pone en la mesa junto al libro, se levanta de su sillón y muy tranquilamente se dirige a la salida de la cueva, husmea el aire en una y en otra dirección, da un rugido tremendo que equivale a cien mil truenos, juntos, extiende su grandes alas y comienza a volar a tal velocidad que se confunde con el viento.

Lino.-(Con mucho temor) ¡un rugido como cien mil truenos juntos!. 

Hierba.-El rugido del dragón es un saludo, con el rugido nos dice, "amigos míos, espero que os encontréis bien, yo voy a dar un paseito". Otras veces dice, "amigos míos, estoy muy contento, he leído un libro especialmente interesante". Ayer dijo, "amigos míos, desde hace dos días nadie ha venido a visitarme, ¿acaso os aburre mi conversación?.

Lino.-¿Y habla igual que nosotros?.

Hierba.-Igual, solo que como es sabio, habla sabiamente. !oh! aquí está estrellitas. En ese preciso instante, llegó un Hada madrina llamada estrellitas. Estrellitas era de todas las Hadas, la que poseía toda la ciencia de la magia, dominaba todos los secretos, nadie se los enseñó, nació sabiéndolos todos y sin estudiar ninguno. Ante Lino aparecieron un montón de estrellitas de todos los colores del arco-iris, de repente, en lugar de ellas, surgió la imagen de una señora de mediana edad. Vestía un traje azul muy bonito y un sombrero acucurruchado que tenía tres aros de tres colores diferentes que giraban permanentemente. Estrellitas usaba unas bonitas gafas que la hacían muy interesante y muy guapa.
 
Estrellitas.-(Dirigiéndose a la hierba). Mis buenas amigas, me he retrasado porque mi presencia fue requerida en la otra parte del espejo, en el mundo que allí denominan real. A la vuelta he estado con el Dragón, y me ha pedido que le presente a Lino. Desea charlar con él para preguntarle ciertas cosas sobre su mundo. Está tan impaciente que él mismo quería venir volando hasta aquí.

Hierba.-¿El dragón quería adelantar la hora de su paseo y abandonar sus libros?.

Estrellitas.-Ciertamente, y está nerviosísimo, dice que la última vez que habló con un niño del otro lado del espejo, fue hace trescientos años.

Lino.-Yo no quiero ir. 

Estrellitas.-¿Por qué?. 

Lino.-¡Por que no!.

Estrellitas.-Porque no, no es ninguna razón.
 
Lino.-Porque, porque tengo miedo.
 
Estrellitas.-No debes temer al viaje, nos trasladaremos en mi rayo mágico de luz.

Lino.-Tengo miedo al dragón. 

Hierba.-Me desternillo de risa. Tenerle miedo al dragón. Que cosas dices.

Estrellitas.-El dragón, es el más anciano de todos nosotros y también el más sabio, jamás se ha enfadado ni una sola vez, ni siquiera cuando era un dragón pequeño. Estrellitas extendió su brazo, abrió su mano y de su palma salió un rayo de luz roja. Esta luz si la viesen los científicos quedarían boquiabiertos, porque la luz que salía de la mano de Estrellitas, era luz láser, pero este láser era absolutamente puro y se llamaba láser quiromántico, porque su procedencia era la palma de la mano.

Lino.-Y como voy a viajar por ese rayo de luz.

Estrellitas.-Muy fácil, me das la mano y en el tiempo que tardas en hacer un pestañeo ya estamos ante el dragón. Estrellitas lo cogió de la mano y al instante se encontraron ante el dragón, aterrizando encima del libro que estaba leyendo. Las letras eran tan grandes, que Lino estaba sobre una H y Estrellitas sobre una M, imaginaros como sería el libro de grande y hacer un esfuerzo todavía mayor, para imaginar como seria de grande el dragón. El dragón estaba tan concentrado en la lectura del libro, que no se había dado cuenta que habían llegado. Lino no podía articular palabra, ante él tenía un dragón de verdad, su cabeza era tan grande como una montaña, al menos eso fue lo que le pareció.

Estrellitas.-Ya estamos ante el Dragón, está tan absorto en su lectura, que ni siquiera nos ha visto. Pronto va a pasar la hoja del libro, será mejor que corramos antes de que nos la eche encima. Al llegar al extremo del libro, como no podían bajar andando, siempre cogido de la mano de Estrellitas, se deslizaron por la pendiente de las hojas como si fuese un tobogán inmenso.
 
Estrellitas.-Comparados con el dragón, apenas tenemos la estatura de una letra de su libro, si queremos hablar con él y que nos vea, debemos ser más altos.
 
Lino.-Aunque tenga cien años, poco más alto habré de ser de lo que ahora soy. 

Estrellitas.-En el otro lado del espejo si vivieses cien años poco más crecerías, pero en este lado del espejo, en un segundo puedes crecer hasta tener la altura del libro, así el dragón podrá verte.

Lino.-Eso es imposible que suceda. Nadie puede crecer tan deprisa. Además me convertiría en un gigantesco gigante. Pues este libro es más grande que un edificio de cincuenta pisos.

Estrellitas.-
¡Veremos si lo es! (señalándole una mejilla). Dame un beso aquí (señalándole la otra mejilla) ahora otro beso aquí. (señalándole la frente), ahora otro beso aquí.
De repente, Lino comenzó a crecer, a crecer, a crecer, a crecer, a crecer, a crecer, a crecer hasta que Estrellitas le pareció que tenia el tamaño de una mosca. Empezó a asustarse, el dragón iba a girar la cabeza y lo iba a ver, tenia miedo de estar sólo. Aunque con su nueva estatura era un gigante, para el dragón no tenía más que la altura de un libro. Estrellitas extendió el dedo índice hacia arriba y creció hasta su altura. En ese momento el dragón notó algo, giró su enorme cabeza y los vio. Su cara se iluminó con una sonrisa, sonrisa de dragón, claro está.

Dragón.-¡Caray, cuánto habéis tardado en venir!. Llegué a pensar que no vendríais.

Estrellitas.-Venimos a toda prisa, no nos entretuvimos en ningún sitio, no paramos en el palacio de fresa, ni en la fábrica de helados de mil sabores, ni en la fuente de todos los refrescos, ni nos entretuvimos hablando con la lluvia, que no moja, ni con el viento, ni nos hemos entretenido hablando con los rayos del sol. Hemos venido aquí directamente. 

Dragón.-(dirigiéndose con mucha amabilidad a Lino) Estás lleno de miedo, aquí nada malo puede sucederte, el rayo quiromántico de Estrellitas, es más seguro que una roca, la estatura que ahora tienes, dejarás de tenerla cuando se lo digas a Estrellitas. 

Lino.-Es que nunca ví un dragón de verdad, hasta ahora sólo había visto dragones malos dibujados en los cuentos.

Dragón.-¡Ah! soy yo el que te da miedo. Ja, ja, ja, ja, ja, ja. El dragón se reía con tanta fuerza, que su risa contagió a las nubes, y las nubes empezaron a reír todas juntas. Había tal ruido de risas que no se podía aguantar. Estrellitas hizo un gesto con su dedo meñique, y tanto Lino como a Estrellitas se le puso alrededor de sus cabezas un casco de cristal, por el que no se oían las risas. Estrellitas también reía y Lino e acabó riendo también, ambos dentro de su casco, que era como una especie de pecera. Pasado el ataque de risa, el dragón y Lino hablaron de muchas cosas, el dragón explicó a Lino algunos de los secretísimos secretos para entender la naturaleza. Hecho esto, el dragón los invitó a dar un paseo por los aires, subir hasta las siete atmósferas y contemplar desde allí el mundo de la fantasía. Estrellitas hizo salir de su mano el rayo láser quiromántico, con su otra mano cogió la de Lino al momento ya estaban situados en la cabeza del dragón, cerca de una oreja, que era donde había una especie de asientos para viajar. El dragón salió de la cueva, hizo un rugido de saludo, extendió sus alas, y raudo cruzó los aires, confundiéndose con el viento. El casco de cristal protegía a Lino contra el viento, de no ser así no podría respirar. Lino preguntó al dragón si sabía echar fuego por la boca, apenas lo dijo, el dragón soltó una llamarada de fuego que se perdió en el horizonte y poco después otra, y otra y otra. Hasta que Estrellitas le pidió que parase, pues estaba haciendo mucho calor. Lino preguntó a Estrellitas y al dragón, por todo lo que veía, y ellos le contestaban a todo, punto por punto. ¿Qué vió Lino desde lo alto en el vuelo de la fantasía?, eso no se puede decir, porque todo lo que en el mundo de la fantasía se ve, debe guardarse como un secreto fantástico o más todavía, debe guardarse como un fantástico secreto. Después del viaje, el dragón los llevó hasta el espejo. Allí los estaba esperando el reloj de flores. Y esto fue lo que el reloj le dijo.

Reloj de Flores.-Se acerca la hora de que partas otra vez al mundo que está en el otro lado del espejo. Todo este tiempo que has estado aquí, en el otro lado apenas ha sido un instante, porque yo he detenido el tiempo. Creerás que todo lo que te ha sucedido, ha sido soñado, pensarás que en tan poco tiempo es imposible que suceda todo esto y que además sea verdad, antes de irte te regalaré una flor que has de poner en un vaso con un poco de agua. Esta flor permanecerá contigo un año entero, cumplido el año, la flor desaparecerá como por arte de magia y volverá al reloj. Será una prueba, de que en el otro lado del espejo, existe el mundo de la fantasía. Estrellitas, que ya había hecho desaparecer los cascos de cristal, que cubrían sus cabezas, hizo un gesto con su dedo índice y ambos, Lino y ella volvieron a su estatura normal. El reloj le regaló la flor y le dijo: cuando veas que el espejo se pone azul, es el momento de cruzarlo. No tardó el espejo en ponerse de color azul, Lino movió su mano despidiéndose y con la flor en la otra mano cruzó el espejo sin saber cómo, se halló en el otro lado, en el mismo sitio y en la misma posición en que se encontraba antes de cruzar el espejo. Lino pensó, todo esto lo he soñado, entonces se acordó de lo que le había dicho el reloj de flores, y vió que en su mano tenía una pequeña y bonita flor.